lunes, 10 de febrero de 2014

HISTORIA DE LOS MALABARES.

Aunque es imposible averiguar qué impul­só al primer ser humano a hacer malabares, sí es fácil intuir qué hay en esta actividad para que quien los practica desee repetir. También está claro el hecho de que desde la aparición de las más antiguas civilizaciones, los malabares han tenido la consideración de algo digno de ver.
Así, en la tumba del faraón egipcio Beni Hassan (hacia 2040 a.C.) aparece la descripción de una boda en jeroglíficos tallados en la piedra de las paredes. Entre otros dibujos aparece una malabarista realizando juegos con pelotas idénticos a los que se siguen haciendo en la actualidad.
En el lejano Oriente malabaristas y acróbatas viajaban en troupes mostrando su reperto­rio de ejercicios ante el emperador o ante el pueblo, para los cuales empleaban tanto armas como jarrones de porcelana. Como parte más del espectáculo, en Grecia los ­rudos gladiadores se lanzaban y mante­nían con precisión y equilibrio armas, ruedas de carros… Prueba de que las mujeres también ­eran hábiles en el pasatiempo de los malabares, son las ilustraciones que adornan ánforas y ­vasijas.
Aún se conservan imágenes en tallas de la antigua Roma de Septimus Spika, malabarista romano que llegó a manejar siete bolas. En el año 117 a.C. Tagatus Ursus se jactaba de ser el primer malabarista en emplear pelotas de cristal.
En la Edad Media, troupes de saltimbanquis recorrían Europa presentando espectáculos en los que junto a los malabares incluían música, baile, cuentos populares, narraciones épicas, títeres, acrobacias, animales exóticos… El juglar/malabarista bailando sus pelotas y antorchas en la corte del señor feudal es aún una imagen popular de leyenda a caballo entre el mundo real y el mundo encantado.
Durante el Renacimiento en las grandes ferias de las principales ciudades europeas se ofrecía un lugar a los artistas para que pudieran mostrar sus espectáculos como una atrac­ción más. De esta manera, volvían en años sucesivos a los lugares donde ya tenían cierta fama.
En la época moderna el desarrollo de los juegos malabares se relaciona con el circo y el teatro de variedades (Vaudeville, Music Hall, Cabaret…). Estas dos formas de exhibición hicieron posible que los malabaristas tuvieran un lugar estable para sus actuaciones y ello favoreció una demanda por parte del público.
Curiosidad: ¿sabías qué?
En tiempos de la Inquisición, muchos juglares dieron con sus huesos en la hoguera, por su fama de jugadores, seductores y su mala vida. No obstante, en los cuentos medievales donde aparecen malabaristas se les suele atribuir una cierta gracia divina. Así, el Juglar de Nuestra Señora cuenta de un pobre malabarista enfer­mo que se cobija en un convento. Aquí emplea sus últimas fuerzas en rendir un devoto homenaje malabarístico ante la Virgen, la cual, mila­grosamente le sonríe y glorifica para siempre.
Los juegos malabares han existido en todo el planeta. Los primeros colonizadores de América comprobaron cómo los aztecas eran espe­cialistas en antipodismo, es decir, hacer malabares con los pies. Los niños indios Shoso­ni jugaban a disputar carreras mientras mane­jaban tres pelotas. Otras tribus incluían malabares en sus ceremonias religiosas, como un misterio más de la sabiduría del Chamán o hechicero.

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